Elena Izcue. Peruvian, 1889-1970. El Arte Peruano en la Escuela (detail), 1926. Rare Book Collection. Denver Art Museum Library.

Resurgimientos históricos en América Latina

Elena Izcue. Peruvian, 1889-1970. El Arte Peruano en la Escuela (detail), 1926. Rare Book Collection. Denver Art Museum Library.

Tras la Primera Guerra Mundial, en la década de 1920, los artistas y diseñadores de América Latina iniciaron un regreso a las tradiciones culturales y visuales locales, evadiendo los modelos extranjeros, sobre todo europeos, a favor de repertorios artísticos prehispánicos y coloniales. El Denver Art Museum posee un notable acervo que refleja este giro crítico en la cultura visual de la región durante ese momento crucial. En este blog, primero de una serie, quisiéramos familiarizar al público con ciertas obras clave de la colección que resaltan la dinámica de cambio y renovación fomentada por artistas que, desde los años veinte hasta hoy, se inspiraron en los legados del pasado para crear identidades visuales originales y modernas, distintivas de América.

El cambio en las artes latinoamericanas durante la década de 1920 coincidió en términos amplios con el centenario de la independencia de muchas naciones del dominio español. Estas celebraciones impulsaron una reevaluación de las identidades nacionales. Fue una época de importantes transformaciones políticas, intelectuales y económicas en toda la región. En el arte de México, por ejemplo, surgieron cambios incitados por los ideales de libertad y democracia tras el triunfo de la revolución. Esa renovación artística mexicana, resultado de la transformación política del país, tuvo intensas repercusiones a lo largo de la región, inspirando —o reafirmando— las aspiraciones individuales y colectivas de renovación en el mundo de las artes. El tema de las identidades locales y nacionales se convirtió en interés central de las generaciones de artistas más jóvenes, que buscaban hacerse un lugar en el cambiante panorama cultural de la época.

Mirada hacia tradiciones artísticas antiguas e indígenas

Es durante esta época que vemos un cambio en la percepción de las poblaciones indígenas y las culturas ancestrales. Hasta principios del siglo XX, la imagen de los pueblos de ascendencia nativa era más bien negativa, asociada por lo general con las narrativas europeas de imperios prehispánicos decadentes, redimidos por la “ilustración” y la “civilización” implantadas por los conquistadores y sus descendientes. No obstante, a partir de fines de la década de 1910 vemos intensificarse en toda América Latina el indigenismo, un movimiento político y cultural integrado en gran parte por intelectuales y artistas de raza mixta en zonas urbanas, que buscaban reivindicar los derechos indígenas y sus herencias culturales y lingüísticas como elementos clave para la construcción de las identidades nacionales modernas. Por otra parte, los estudios arqueológicos modernos de las diversas culturas de la América prehispana fomentaron el interés y la apreciación del público por los legados de las civilizaciones anteriores a la llegada de los europeos. Influenciados por este giro, los artistas, arquitectos y diseñadores latinoamericanos buscaron inspiración en un pasado histórico idealizado para crear identidades culturales nuevas e híbridas, relacionadas con la noción del orgullo patrio, a la vez que intentaban desvincular las historias nacionales de las narrativas europeas.

Arte y diseño para la vida diaria

Entre las décadas de 1920 y 1950, América Latina se modernizaba a paso rápido y el ambiente artístico en muchas ciudades era cosmopolita e innovador. Los programas gubernamentales promovían las tradiciones culturales y artesanales con la intención de fortalecer las economías locales. Además de las bellas artes, los textiles y el diseño de modas ofrecieron espacios únicos para la experimentación —sobre todo porque los artistas y diseñadores de la época deseaban crear obras que conectaran las tradiciones antiguas y modernas—, a la vez que abrieron posibilidades para elevar la calidad de la vida en aquellos tiempos de evolución social y política. Ese ambiente creativo atrajo a intelectuales y artistas como los que presentamos en esta serie. Trasformados por la investigación del pasado, se inspiraron en estilos de vida y prácticas artísticas anteriores, tales como los patrones y diseños de los textiles indígenas antiguos, las geometrías de ciudades y edificios redescubiertos y las ricas manifestaciones artesanales milenarias.

Elena Izcue (1889–1970)

Natural de Lima, Perú, y formada como maestra de arte y pintora, Elena Izcue se interesó en las antiguas culturas del Perú a fines de la década de 1910. En 1921, y con motivo del centenario de la independencia de Perú, ella y su gemela Victoria diseñaron un “salón incaico” en el Museo Nacional. La manera en que las hermanas presentaron y amueblaron el salón demostró al público el potencial de la aplicación de motivos peruanos prehispánicos a la vida moderna. Elena Izcue vio en el arte del Perú antiguo una herramienta pedagógica. En 1926, con apoyo del filántropo y coleccionista Rafael Larco Herrera, publicó en París una obra de dos tomos titulada El arte peruano en la escuela, que era una compilación de motivos antiguos peruanos para fines de educación artística (figs. 1-2 mostradas arriba y fig. 3 abajo, izquierda). Permeada de ideas nacionalistas, la publicación proponía modelos locales para estimular la creatividad de los niños.

En 1927, alentadas por el éxito del libro, las hermanas Izcue decidieron proseguir su formación en París. Estudiaron grabado y artes gráficas con Andrée Karpelès de Högman, Fernand Léger, Marcel Gromaire y Jean Darua. En París, Elena vio la oportunidad de continuar sus investigaciones sobre la aplicación del arte antiguo peruano a la vida moderna y a la moda. Entre 1928 y 1938, mantuvo un pequeño taller donde produjo telas, trajes y objetos decorativos estampados a mano con motivos inspirados en diseños antiguos (fig. 4 abajo, derecha).

Izcue encontró su camino en la industria de la moda en París y Nueva York. El diseñador Jean-Charles Worth, quien para entonces dirigía la Casa Worth, se convirtió en uno de sus principales clientes y promotores. La artista también colaboró con otros diseñadores de modas como Edward Molyneux y Elsa Schiaparelli. Asimismo, exhibió y vendió sus propias obras en Nueva York a través de Saks & Company y Henri Bendel.

Además de su trabajo con los textiles, las hermanas Izcue tuvieron un papel esencial en la organización de los pabellones peruanos para la Exposición Internacional de Artes y Técnicas para la Vida Moderna, realizada en 1937 en París, y en la Feria Mundial de Nueva York en 1939–40, donde colaboraron con Reynaldo Luza y Argaluza.